Por Pedro García
Falta un réferi
La guerra continúa entre las fuentes de poder -partidistas y de gobierno- del PRI y PAN a pretexto de distintos asuntos en grado tal que un observador ajeno a Nuevo León se extrañaría de la beligerancia en un estado del país diametralmente distinto a Guerrero, Oaxaca o Michoacán.
A dónde irá a parar la guerra política entre el gobierno del estado y la presidencia municipal de Monterrey; PRI vs. PAN (y viceversa); alcaldes vs. transportistas y lo que se agregue…
En medio del enfrentamiento y la intransigencia, el nuevo secretario de Seguridad Pública de Monterrey va y se apersona ante el secretario general de gobierno y sostienen el diálogo; fuera de ahí, los ataques y contrataques se enseñorean, mientras los ciudadanos y las organizaciones sociales realizan sus tareas productivas.
A pesar de los gobiernos de todos los niveles, la sociedad va a lo suyo: resuelve sus actividades y retorna al descanso para enterarse por los noticiarios y las planas de los periódicos que los responsables de conducir la política y el poder gastaron el día en atacarse.
Con todo y el magro aumento al salario, además de los incrementos en los precios y tarifas de los servicios públicos, así como en el tomate, chile, cebolla y las papas, la mayoría de los nuevoleoneses no se ha levantado ni reprochado a ningún gobernante aunque razones le faltan.
Los ciudadanos madrugan para conseguir el sustento en horas cuando el ambiente está dominado por un silencio que al escucharlo sabe a gloria, comparado con el estruendo político que diario estalla, apenas llegan los gobernantes a sus oficinas burocráticas.
Y ¡pum!, ¡pam!…Los golpes y contragolpes saturan la ciudad de Monterrey que, como nervio político por excelencia, se transforma en cuadrilátero para el despliegue del ego y las vanidades con el objetivo infeliz de demostrar a la clientela de cuál lado están las virtudes, en una lucha de buenos contra malos de cara al año electoral.
Lamentablemente, los políticos no se compadecen de las desgracias ciudadanas y le empalman otra cuesta a la “cuesta de enero”, como es la del ruido de las reyertas.
Otra cuestión lamentable es que no se advierte la eventual intervención de un árbitro que ponga fin a la diaria pendencia entre las instituciones. No se ve, por ejemplo, la posibilidad de un réferi por parte de los capitanes empresariales que es a lo que se podría aspirar como un factor de mediación, que haga posible que las lanzas sean enterradas y se levanten cuando lo manden los tiempos electorales.
P.D.
Por supuesto que este columnista está inconforme con las tarifas del gas, de la electricidad; con la persistente delincuencia; con la cuota de 12 pesos en el transporte; con la tardanza en las frecuencias de paso de la Ruta 211; harto de que los operativos de Víctor Martínez sólo los haga cuando se aumentan las tarifas; cansado de que Fernando Gutiérrez Moreno haga alharaca de los sistemas de movilidad de primer mundo y por otro lado sea complaciente con los Martínez Chavarría.
Visto así, yo no aspiro a que ningún funcionario (estatal o municipal) me defienda. Me sería suficiente si los precios y tarifas de los servicios públicos se ajustaran al nivel ingreso de los asalariados y los desocupados, conforme a un país de tercer mundo, como es México, nación de las más atrasadas en las listas de desarrollo de la OCDE.