Por Pedro García
Luego de 30 años, el conservadurismo está a unas cuantas horas de conseguir su sueño largamente acariciado: concesionar el petróleo -“que nos escrituró el diablo”- de la mano de un segmento del PRI que de buenas a primeras se dio cuenta de que la explotación del crudo a cargo de PEMEX es (y dejará de serlo) un monopolio obstructor del progreso de los mexicanos.
Ello, después de haber sostenido gran parte del discurso político precisamente en base a la hazaña expropiatoria, palabrería que debe ser erradicada de las peroratas acostumbradas cada 18 de marzo, fecha cumbre de la grandilocuencia del nacionalismo revolucionario, motivo también para llevar al cadalso a los atrevidos contra la Investidura: “…si PEMEX se cae, usted también se cae, señor Presidente”.
Para eso y otros extravíos han servido PEMEX y el petróleo, como financiar una campaña presidencial y en donde el aspirante financiado también está del lado de las concesiones del crudo, es decir, a tono con la amnesia oportunista.
Los de abajo, ya dimos acuse de recibo de la buena nueva que nos sacará del barranco con la privatización (a extranjeros) del crudo, y todavía más luego de que se “nos dio el privilegio” –sin cruzar el Río Grande- de aplaudir a los integrantes de la “Liga de los Súper Héroes” en las mismas calles regiomontanas donde vimos con imponencia al hombre de acero y al hombre murciélago en ocasión del impresionante desfile organizado por el ayuntamiento. Así está de confundido el juego para los de abajo.
Por pura coincidencia, el último empujón al dictamen de las concesiones se apresuró luego de la visita “ocasional” de Shimon Peres, presidente de estado israelí, símbolo del formidable poder financiero en torno al cual gira el mundo, a la sazón participante ilustre en la Feria del Libro en Guadalajara donde la literatura judía fue la invitada de honor. Así ni para qué hacerla de tos.
En fin, desde el sexenio de Miguel de la Madrid se ha vendido de todo sin beneficios para los de abajo.
Al más puro estilo de las hordas del extremeño conquistador, en el discurso privatizador se nos ha cambiado espejitos por pepitas de oro. Salinas que en su ideología política no es nacionalista ni patriotero, entonó en cadena nacional (según dijo) el Himno con motivo de la firma del Tratado de Libre Comercio, otro cuento que terminó en el error de diciembre con saldo funesto para la masa que perdió casa, coche y quedó debiendo a la banca, también extranjera, tamaña deuda tipo “tienda de raya” de los años porfiristas.
El caso es que, en cuestiones petroleras, de hoy a mañana todo estará consumado, para bien de los 114 millones de mexicanos. ¿Tú le crees al Congreso de la Unión?…