Por Pedro García
¡Uuuuuuhhh!
Pues no que las reformas del presidente Peña son de “gran calado” (priistas dixit). El asunto viene a cuento luego de las declaraciones de la senadora Cristina Díaz publicadas en el diario Milenio el 26 de octubre mismas que el periódico cabeceó así: Con las reformas, el país crecería 5%: Díaz. Su participación fue en un simposium internacional de economía en el Tec de Monterrey.
¡Ah!, y eso hasta el año 2019, es decir, cuando Peña Nieto entregue el poder. Visto así, la meta es paupérrima porque la economía debe crecer 7, 8, 9 ó 10 por ciento cada año para de veras hablar de reformas que cambiarían las circunstancias de mayorías empobrecidas, desempleados y subempleados…
Digo, nada más para aquilatar la profundidad del plan “transformacional” de Peña vale recordar que solamente en el último año de gobierno de Calderón el PIB cerró con 4%, quien también fracasó en su plan de impulsar el crecimiento y su meta personalísima, según su lema: “El Presidente del empleo”.
Es mucha la pasión partidista o “peñista” para venir a Monterrey a declarar que con las reformas el crecimiento será de 5 por ciento, hasta dentro de seis años. En el mismo simposium, un economista asentó que “parece que la economía mexicana trae una tendencia a largo plazo de crecer entre 3 y 3.5 por ciento del PIB”. La tendencia es de un promedio anual de 2 por ciento, cuando mucho, y esto data desde el arribo de los tecnócratas al poder.
Y eso es más o menos claro toda vez que la economía mundial sigue “aplanada” y en un callejón sin salida, lo cual nos revela que el mercado sigue en crisis. La mayoría de las poblaciones del mundo desarrollado (Europa y Estados Unidos) y las economías emergentes –salvo excepciones- sólo consumen lo absolutamente necesario: despensa, gastos de transporte y servicios públicos.
Para acabarla de amolar, el expresidente Ernesto Zedillo vino al país nada más para hacerla de agorero del desastre aunque se le perdona que por lo menos nos ha puesto en alerta: “es momento de blindarnos, porque pudiera haber turbulencias financieras que pudieran causar daños a economías en países como México”.
Es decir, la fuga de capitales golondrinos, mismos a los que él como ´cerebro en fuga´ no pudo retener cuando le explotó el “error de diciembre” que dejó en la miseria a millones de mexicanos menos al propio Zedillo que se la pasa dando recetas “positivas” que nunca supo instaurar a favor de los gobernados, recetas por las que cobra en dólares, divisas que se encarga de sacarlos del país en beneficio de la balanza comercial gringa.
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En los ámbitos partidistas, la asunción de Eduardo Bailey como dirigente del PRI de Nuevo León fue todo menos un acto político como corresponde a un partido que se autoproclama representante de las mayorías populares.
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El evento estuvo excesivamente blindado, donde el partido de las “multitudes” aseguró los accesos al recinto con elementos de élite de seguridad, sabuesos y arcos detectores, detectores ¿de qué?, acaso de priistas empanizados. De esos -priistas empanizados-, había muchos ya instalados en los lugares de privilegio del congreso tricolor.
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Cintermex fue un búnker inexpugnable para la raza, de suerte que varias horas antes de que comenzara el retrasado evento hubo grupos que se retiraron entre ellos trabajadores de la CTM que caminaron de retorno hacia Félix U. Gómez frustrados por el desprecio de que fueron objeto, a pesar de que portaban camisetas alusivas a la central obrera. En fin, como se suele decir, “las guerras son del tiempo, no de España”.