Por Pedro García
Consumada la reforma energética, sólo queda el contar con vida garantizada durante por lo menos diez años para comprobar la veracidad del gobierno federal actual de su traducción en bienestar para las mayorías empobrecidas.
Yo acepto la reforma puesto que se aprobó. Lo que no admitiré es que el fruto de la privatización de la explotación del crudo no vaya directo a la educación en el sentido de que todos los niños vayan a la escuela (maternal, prejardín, jardín, primaria, secundaria) con todo su equipamiento de útiles, libros, computadoras y alimentación garantizada. Cero cobro para las familias.
También, que todos los jóvenes aspirantes a las preparatorias ingresen del mismo modo, libre admisión, sin cobro de inscripciones, matrículas (porque la gente sigue buscando las becas), lo mismo a las facultades.
Puesto que el presidente Peña dice que el país va a mejorar, esa sería la ruta: lo cual sería de mucha ayuda porque la gente no está mandando, en millones de casos, a sus hijos a inscribirse porque no tienen recursos para ello.
También, que otras partidas vayan a la ciencia y la investigación para generar más recursos humanos con facultades en conocimientos para generar, crear, inventar, innovar, la producción de bienes y servicios de producción nacional para la exportación; es decir, competir e imponernos en el mercado mundial de bienes y dejar de depender de lo que se crea en el exterior (importadores netos).
Impulsar la cultura en donde las artes se constituyan también en un factor de desarrollo humano, lo mismo que la recreación y los deportes, entre estos, el deporte de alto rendimiento.
Todo lo anterior, son satisfactores de los que estamos marginados millones de mexicanos debido a malos gobiernos y devaluados –como ya lo he señalado en otros intentos-, gobernantes con programas que sólo han provocado la concentración del ingreso en unos cuantos con desprecio de las mayorías populares a las que tanto se refieren los candidatos en sus gastadísimos discursos de campaña.
En resumen, según lo dicho por el presidente Peña, la reforma energética va a ser la que transformará al país, lo cual sólo es entendible en el hecho de que termine la pobreza extrema, la precariedad del salario, el aumento de las clases medias y otros, como dice la reforma sobre las licitaciones.
Si no es así, desde este momento lamentaré que todo fue un engaño.